martes, 22 de febrero de 2011

Extracción del Santisimo Testamento Cabezabagrino


Génesis

El pelo continuaba creciéndole a los niños bagres. Todo el obispado de la ciudad acudió al décimo quinto aniversario natal de los niños púber, con cuerpo humano y cabeza de bagre. Los quinceañeros que abrían las branquias y nunca pestañeaban. Hermosa voluntad natal la que  los hizo nacer en una camada de cinco ejemplares. Sus nombres: Job, Wilson, Eureka, Mariano y la última, tomando en cuenta el orden de alumbramiento, la pequeña Coca Cola.
Siempre se paseaban cerca de las altas fábricas cuyos muros de hormigón, acuatizaban el sopapeante ruido de sus bocas pegajosas. Fue para ese décimo quinto cumpleaños que desde un país del oriente llegó una persona parecida a Buda, pero de color esmeralda. Su nombre era Rubén. Los niños lo miraron llegar sin pestañear, costumbre poco novedosa para nadie.
Rubén prometió quedarse junto a los cinco durante dos semanas y al quinceavo día regresaría a su región. Y así fue: Lo que sí; antes de despedirse, desfondó analmente a cada uno de los niños bagres. Ellos mudos y sumisos, dejaron su virginidad en la gloría de Rubén. Coral  de arrecifes ocultos, sutil hechizo.
De sus orificios de plena dilatación perforados y paspados casi hasta cuartearse, crecieron muchas flores y salieron muchísimas mariposas de colores.
- Se cierra el telón- Desde un rincón oscuro y solitario tu padre  en traje de niña y con una gran paleta de caramelo. Bate sus palmas gordas y ásperas susurrando al borde de las lágrimas: Bravísimo. La función había culminado.  





El niño bagre número tres se desvela

Formas de olvidar: por ejemplo cuando cierras los ojos y te pasa el sudor por la frente. Ahí sin dudas te  han olvidado. No podemos ni mirar en el silencio de una habitación que con las luces apagadas se transforma en un millón de razones para callar. Uno de los niños bagres por equivocación, tomó veneno en mal estado, por equivocación no se murió. Algo sucedió en ese momento que lo rompió disparejamente. Por las dudas nadie tocó el tema en la familia. Afuera los grillos gritaban, aturdieron a todo el jardín aun entrada la mañana. Que pasó con el muchacho que se disfrazaba de power ranger en la feria, aun guardan sus fotos en la pescadería. Y hay peces que aun fuera del agua agonizan, con los ojos gelatinosos y abriendo la boca y cerrando la boca, pero con los ojos bien abiertos.

Cocacola

    Los ojos, como siempre, al borde de secársele de tanto mantenerlos abiertos. Abiertos e inexpresivos. El cielo se le caía encima. Todo el turquesa se derramaba abordándolo todo.
¿Es esto  una amenaza? – Piensa para sí, apenas moviendo los labios. El viento apenas corta más y más el suspiro.
Claro está que no es una amenaza. Es una propaganda de hamburguesas. Son ocho hamburguesas a un precio elegante.

     Su nombre era Coca Cola, la última en nacer de los niños con cabeza de bagre. La más leve de las injurias hacía el destello; cualquier comentario que lograse oír por los orificios auditivos de su lucidez pececilla, destinado a  blasfemar alguna observación poco grata de la tarde en la que ella era observada por el celeste inexplorable. Si este claro en que la explanada, fuese un cobertizo de verdaderas habitaciones: diría que en cada una de ellas se llora, se hace el amor o se muere de indigestión.
Qué frustración la de éste lujurioso experimento de la naturaleza para exclamar su furor. Ella debía morir antes de su cumpleaños número quince. Así es, y es así como debe ser en todas las criaturas bellas. La muerte joven. La inmortalidad de(l) cristal y dentro de su forma de grial no tan beatífico el vino espumante de redondísimas burbujas y cual canicas espejadas en un subir sin fin, el pequeño rostro de la jovial Coca Cola. Niña y preciosa  locura del placer, pagana de los rosedales rosas y rojos, bien aventurada alma destinada a las sutilezas que apenas murmulla el ocaso en la altiplanicie. 

Coca Cola se siente enamorada de su estampa. Compra anzuelos y se los envía por giro postal a contra reembolso a un amigo que colecciona pizzas en mal estado. Al cruzar la avenida siente que la miran en otro planeta. Corre y se cae en una mesa de pool recién vendida. Que llega tarde al año nuevo, que se le hinchan las tetas. Que la hinchada tiene aguante. Que el amigo sabía que iba a morir pronto y no fue capaz de avisarle. Arriba un sol que podría asar un lechón en medio del desierto. Cantidad de sonidos que ella interpreta como el mugido de una mujer mitad vaca mitad mutilada. Pero coca cola se siente bien más allá de los correos. Si las mariposas tuvieran una buena cola, no solo alegrarían a los niños. Un colgado le pregunta qué le pasa. Ella no contesta nada, esta muy arriba en las nubes de azúcar rosado, muy lejos para oír cualquier cosa. Muy lejos.


Testamento

Las personas mas adultas paseaban sus niños en pequeños cubículos rosados.  Los niños Bagres solo observaban. Amascotadamente ladeaban las sombras del crepúsculo a media semana. Era su parque, el del ocaso y por las noches dejaba de serlo. Un parque de no muchos árboles y de fluidos orinales plateados. Justo en el centro de todo el escenario, blindada de colores traídos quizás de ciudades ya devastadas por la ausencia de la Memoria, pendía casi milagrosamente una escritura lograda con tiza; cerca de los canteros de arcilla. Grandes canteros donde nunca llegaba el sol y el verdín reinante en sus fosas latía como un pequeño bosque dentro de sí, siempre sin alterar su reposo, dormía.
Mas hacia una esquina, en la fila de bancos marmolados que trazaban paralelamente una imaginaria línea con la sombra de los durazneros en flor, una joven adolescente limpiaba contra su tenso pecho una niñez aturdida de pequeños insectos coloridos, los mismos que merodean las orillas de los arroyos vírgenes: El fundamento de los actos duerme en el minúsculo dedo que derribará la primera de las infinitas fichas de una hilera caprichosa de Juego de Dominó. Un ave yace en silencio y por momentos arruga su rostro emplumado para saciar muecas indescriptibles.
Las personas con más cercanías a su muerte se confundían paso a paso mientras que una mano gigante ataba liencillos de seda dentro de una cajita de cerillas. Nunca nadie se percataría que la primavera se retiraría de allí. Pasaría inadvertida e inencontrable como un cementerio de elefantes.
Todo tenía que serlo, y de hecho era así.

                                                              Santuario

Yo que entre penurias, como un insecto titánico, pensaba que era el fruto prohibido una manzana, que era una manzana y no el sexo floral. Quedo perpetuo y no se arremangarme más el alma; así poder clavar alfileres entre los ojos del sol. En sus ojos y en las alas de los ángeles, para que no se caigan. Y al finalizar el día poder acomodar las aves ya extintas en los pulmones, en la orilla del río que lleno de muertes me llena aun en mi caudal estrecho de otras muertes aun más hermosas. Excitarme. Décadas aguardando el clima y sus vértigos. Miro en mis manos las palmas que pueden manosear el sexo triste, el de las hiedras en otoño o cerrar los puños formando una rosa en capullo: así devorar los aromas con vino y olvidar en su penoso descanso que encuentran sobre tus senos. Y así llorar y leer en alta voz:

                                                                   San Rubén

El príncipe de Romania expelió huesos de ternera molidos. Y desde entonces vive en lo alto de su torre. Sólo admite visitas de desconocidos y nunca deja de temer. Que la suerte lo acompañe cuando camina desnudo por los jardines del palacio. 
Así no sea.
                                         - Repetir esta oración dos veces y encender una vela junto a la estampita.



Aromas del Congo

Zapatillas más bonitas las de San Rubén. Caminó un largo rato por el África, le gustaban todos esos colores: los había soñado con antelación       (OH Milagro). Su sonrisa algo acaramelada era entregada a los animales de la estepa. Había elefantes y cebras. Muchísimas especies de aves y debajo de las rocas arácnidos de velludas patitas. El sol le dibujaba la cara y el resto del cuerpo. De tanto en tanto descansaba bajo un árbol y solo despertaba cuando alguna jirafa hambrienta arribaba en la altanera búsqueda de su ración de hojas. - ¡esto si que es sombrita!- suspiraba Rubén sin preocuparse por ser oído. Los aromas del África, cuánto placer.
-Tengo hambre- pensó luego de unas horas. Estaba acostumbrado a saquearle hortalizas a los roedores; pero en estas tierras no podría ser. Aprendió a hablar en varios idiomas y a caminar como un lemur. Aun así su apetíto lo abordaba.
Cuando llegó la noche ya lejos de las estepas, por el bufo de tierra húmeda y la perceptible pendiente se dió cuenta que se hallaba en el Congo.
El Congo con sus grandes montañas. Conoció a una familia de gorilas y cenó varias especies de bambúes. Se encontraba mejor, razón  por la que optó a acomodar algunos tallos para ir a dormir. Ulises, el gran gorila de espalda plateada, le tomó una de sus zapatillas y se la llevó a la cabeza en forma de sombrero. Todos rieron, menos los gorilas bebés que hace rato ya dormían. Luego le tocó el turno a Rubén, quién no lo hizo sin antes desearle buenas noches a cada uno de los compañeros de la selva y mear sin salpicarse. A lo lejos se escuchaba una cascada.

Apocalipsis

Un abanico para lo más convexo de la calavera. Hay, es que hay demasiada poesía ocupando tapiales, y tapiales acurrucados en cajones. Si se pudiera lograr una hoguera con todo lo escrito. Sin regresar los pasos; planear una nueva forma de Poesía. No pretendamos por drástico que resulte, el intentar balan gloriarlo como un exterminio: por lo contrario accionará como un alegato en defensa a lo que se pretende por demás. La poesía pretende morir, morir sin envejecer. Las metáforas limitan el contenido visual. La finalidad: dejar de molestar con tanta poesía y aniquilarla. Crear una nueva forma de sufrir, o de amar, o de doler, o gozar… no lo sé. Llamar a la Poesía con el mismo sentido en que se nombra en los lugares públicos al acto Sexual. Enterrar su nombre. Olvidarlo. Así con el paso del tiempo       (ajena a tantas doctrinas absurdas y limitantes) fluirá de su propio vientre marchito durante años, tras su grandioso letargo (Atlanta flota, pero insisten en buscarla bajo agua) alguna palabra que sepa a sangre seca en los labios. Meninges y palabras extirpadas. Fluir silvestre. Y un perro violará a una niña de pelo rizado, de su infante llanto así la voluptuosidad. Su rosada lengua de espuma, insertará a sus costumbres la palabra prohibida. Será su fruto el que una vez concebido nos abofeteará los rostros dormidos. Nacerá la palabra Poesía.
                                 - Apocalipsis. Rubén de Oriente. Versículo 25.